Para todos los que nos de una u otra forma nos sentimos cautivados por la Semana Santa conquense, los recuerdos de la infancia cobran una especial importancia. Sellado en la memoria llevamos la primera vez que entras en contacto con una procesión: ...Bajo los brazos protectores de tus padres, o desde un carro en el que te encontrabas cómodamente sentado y abrigado, observabas a unos seres raros, sin rostro, cuya cabeza era larga y puntiaguda, y que caminaban unos detrás de otros,... Por eso no es de extrañar que el primer recuerdo de este acontecimiento fuese de cierto recelo, y porque no reconocerlo, de auténtico miedo.
Una vez vencido ese temor inicial, pues ya habías asimilado que se trataban de nazarenos, -personas ataviadas con una túnica y un capuz- y ya de pie o sentado en el borde de la acera, esperabas que los sonidos lejanos de unos tambores y cornetas fueran creciendo en intensidad, pues significaba que la procesión se acercaba. Los que teníamos la suerte de vivir cerca de las calles por las que pasaba la procesión permanecíamos en las ventanas o en los balcones atentos a escuchar el eco de los redobles de los tambores, para salir corriendo a buscar a nuestros padres gritando: “¡Venga! ¡Vamos! ¡Que ya se oyen los tambores!”.
Todos, creo que todos a los que nos gusta la Semana Santa tendremos grabado en la memoria, no sólo el característico redoble de los tambores, sino también el efecto que producía en nuestra “tripa”, -que era como nosotros la denominábamos entonces-, el rítmico golpeo del bombo cuando éste pasaba a nuestro lado. Sensación que se sigue repitiendo en la actualidad y que hace que por unos instantes nos inhibamos del momento real y reaparezcan los momentos, sensaciones y sentimientos vividos en la niñez.
¿Y quién no recuerda las procesiones donde los niños, emulando a los mayores y, a modo de juego, se fabricaban sus pasos y horquillas recorriendo las calles del barrio? A nadie se le ocurría desfilar sin que delante fueran unos cuantos chicos o chicas con latas de las más variopintas formas y colores en las que, hábilmente atadas al cuerpo para tener libres las manos, se iban golpeando, como si de un tambor se tratara, repitiendo los redobles de las bandas de cornetas y tambores.
¡Siempre han estado ahí! En Cuenca no se podría concebir una Semana Santa sin una banda de cornetas o trompetas y tambores abriendo el desfile, sus sonidos, sus músicas son inherentes e inseparables a los desfiles procesionales -salvo alguna honrosa excepción que, como indica el refrán, confirma la regla-. Por estas razones, la Junta de Cofradías de Cuenca siempre ha tenido un interés y una sensibilidad especial por estas bandas y siempre cabía en sus deseos más anhelados poder contar con una banda propia. Con una banda que perteneciera a la propia institución.
Deseo que finalmente pudo verse hecho realidad en la Semana Santa de 2005, cuando por primera vez los redobles de y sonidos de la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías de Cuenca, rasgaron el silencio del Domingo de Ramos para anunciar a la ciudad de Cuenca que daba comienzo su semana grande, su Semana de Pasión. Meses antes un grupo de jóvenes con indudables inquietudes musicales, pero con más convicciones de afecto, sacrificio y sentimiento por la Semana Santa de Cuenca, se dirigieron a los miembros que entonces estaban al frente de la Junta de Cofradías para manifestarles su intención de formar una banda de trompetas y tambores con la pretensión de actuar en los desfiles procesionales de la Semana Santa de Cuenca y con la única condición de que dicha banda perteneciera a esta institución nazarena. La idea caló enseguida dentro de la máxima institución nazarena y, no sin dificultades, se dieron todos los pasos precisos y oportunos para que se pudiera llegar a su formación.
En la actualidad la banda cuenta con unos cuarenta componentes; cuarenta nazarenos que, desde otra perspectiva, participan, quieren y sienten la Semana Santa conquense. Ninguno de ellos es músico profesional, todos tienen sus trabajos o sus estudios, y es después de sus obligaciones, en su tiempo libre, cuando se juntan para ensayar e ir sacando las distintas composiciones. Y lo hacen desde el mes de octubre hasta el mismo día anterior al Domingo de Ramos, en la nave que la Junta de Cofradías tiene en el Polígono Industrial CAMPSA y donde la mayoría de las hermandades tienen guardados sus andas y demás enseres.
Espacio que, como se puede suponer, ni es cómodo ni reúne las mínimas condiciones acústicas. Pero ellos, lejos de quejarse y protestar, se amoldan al lugar porque saben que, por el momento, es lo que hay y les es mucho más fuerte el afán de perfeccionar al máximo sus interpretaciones; de no dejar ningún aspecto del desfile sin estudiar y resolver; de desfilar con una marcialidad y respeto encomiables;… Y todo ello con el único objetivo de dignificar, engrandecer y honrar la Semana Santa de su ciudad y de la institución a la que representan.
Valores como la constancia, el sacrificio, la disciplina, la amistad, la sensibilidad,… tan escasos en otras prácticas sociales actuales, tienen en la convivencia del día a día de este grupo su máxima expresión. Animar desde aquí a todo aquel que se sienta atraído por lo aquí expuesto a que entre en contacto con este grupo y se integre en él. Sin duda alguna que será bien recibido.
Antonio Abarca Contreras
Vicepresidente de la Junta de Cofradías
de Semana Santa de Cuenca
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