Oración por excelencia del nazareno conquense. Se trata de una breve pero intensa y desgarradora composición musical, atribuida, con más deseo que fundamento, a Santiago de Pradas -responsable de la música de la catedral de Cuenca unos doscientos años atrás-. De manera formal se le canta a todos los pasos que no llevan la imagen de la Virgen, cuando desfilan a la altura de la iglesia de San Felipe Neri. Aunque se puede escuchar, de forma espontánea, en cualquiera de las actividades que tienen esencia nazarena
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